PROLOGO
Por Beniezu
Excelente repaso a la presunta "ética
capitalista" que nos hace el profesor
de Nuevas Tecnologías de la FPE y analista
Político. Rafael Silva (1). Ética que no existe por ninguna parte en la economía
capitalista sino todo lo contrario. Parece que esta ética ya fue superada por la burguesía como clase
social ya muchas generaciones atrás, aunque se cuida mucho de pregonarlo.
Pues parece ser que es un producto ya caduco y no da rentabilidad y no
hay demanda para el consumo comercial.
Indagar en el mundo de la economía capitalista buscando ética
es como buscar algún motivo subliminar en aquellos instintos primarios de la avaricia y
la codicia como fines individuales en sí
mismo. Porque en la economía capitalista
no son las necesidades sociales y la satisfacción de estas lo que mueve su economía aunque el “consumismo” da el pego de ello. Este motor o estimulo lo podremos encontrar en
la economía socialista. Que está basada en las necesidades sociales, de
toda la sociedad interclasista. La sociedad capitalista se basa en principio y prioritariamente satisfacer las necesidades clasistas, de una casta o clase
social, la de la burgusia. Dejándole
a la clase trabajadora, diríamos, las sobras del “negocio” ¿Puede haber ética en esta discriminación?
Rafael Silva nos señala con
acierto los “valores” del mercado capitalista
basados en el lucro, que son como el nuevo dios
al que hay que adorar,” Todo es
cuantificable, todo es canjeable y todo es medible en parámetros de coste y
beneficio”, hasta la vida y la dignidad humana, quizás deberíamos decir sobre
todo, porque es su fuerza de trabajo el motor de la economía. Relegando al ser
humano, a la clase trabajadora como sujeto de la discriminación, al rango de
mera mercancía, en este caso productor –consumidor, que ha de cuadrar en los cómputos
del debe y el haber. Y que llegado el momento, cuando no produce ni consume,
será tratado como mercancía o maquina obsoleta e inservible.
A diferencia de la economía
socialista, estas se diferencian fundamentalmente en quien es el sujeto o destinatario de la economía social. Aquí lo
es toda la sociedad, sin discriminación, sin clases sociales que habrán sido
abolidas en pro de la igualdad. La fuerza de trabajo, sus frutos, el valor de las
mercancías y el capital generado por las plusvalías revertirá en la propia sociedad,
que será administrado por el estado socialista. El motor que moverá la economía
será la satisfacción de las demandas reales, no especulativas, de la propia sociedad.
Aquí si podemos hablar de ética
socialista, pues el motor que mueve la economía es el logro de una sociedad
igualitaria, de toda, y satisfecha
de sus necesidades, sin elites ni discriminaciones.
Y tal y como nos afirma el
autor " "Hoy, el asunto no es
si el capitalismo podrá sobrevivir o no a esta crisis terminal. Si en poco
tiempo no logramos poner freno a esta maquinaria de destrucción sistemática, lo
que está en juego es la supervivencia de la Humanidad frente al colapso final
del capitalismo"
(Edgardo Lander)
(1) http://es.over-blog.com/profil/blogueur-3521210.html
Ética del capitalismo globalizado
Rafael Silva
Ah,
pero...¿existe ética en el capitalismo? Veamos: según la Wikipedia, la Ética es
"una rama de la Filosofía que se ocupa del estudio racional de la moral,
la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir". Muy poco de estas
cosas existen dentro del capitalismo, a no
ser que nos refiramos a la moral de los defraudadores, a la virtud del expolio,
al deber de hacerse rico, a la felicidad sustentada en lo material y al buen
vivir a costa de los más débiles de la sociedad. Si podemos llamar ética a
todo esto, sí, podemos concluir que el capitalismo está sujeto a cierto tipo de
ética. ¿Acabamos aquí ya con todo el repertorio? No, esto podría ser el
corolario, pero a su vez el capitalismo se despliega en otras características,
propiedades y cualidades que lo definen. Vamos a comentar a continuación
algunas de ellas, intentando fijarnos en la dimensión globalizada del sistema
capitalista, que ya no afecta sólo a la propia estructura de los medios de
producción, sino que se ha extendido
también, gracias a la fuerza del pensamiento dominante, en todo un imaginario
colectivo en torno a las actitudes, los objetivos y los comportamientos
sociales.
"Hoy,
el asunto no es si el capitalismo podrá sobrevivir o no a esta crisis terminal.
Si en poco tiempo no logramos poner freno a esta maquinaria de destrucción
sistemática, lo que está en juego es la
supervivencia de la Humanidad frente al colapso final del capitalismo"
(Edgardo
Lander)
Básicamente, la ética de este capitalismo globalizado se nos presenta centrada en una competición constante. La competitividad es la propia razón de ser del sistema, que manifiesta y centra todas las actividades humanas pensadas en función de la competencia sin fin. La vida se nos muestra como una pura competición en todos los ámbitos, donde siempre existen vencedores y perdedores. El capitalismo hace descansar la responsabilidad de todo cuanto ocurra al individuo en él mismo, como motivación personal para su propia superación, y su predisposición a esa competencia de la que hablábamos. Cambian los sujetos políticos, se desvanece la democracia, se centra la actividad humana sobre el consumo, y todo se reduce a la evolución creciente de unas pocas variables macroeconómicas, que lo controlan todo. El dinero representa la materialización del bien común e individual. Todo se consagra a la posesión de bienes, riquezas y servicios, y se expresa a través del inmenso poder de las empresas, que cada vez controlan más la propia evolución de la economía.
Básicamente, la ética de este capitalismo globalizado se nos presenta centrada en una competición constante. La competitividad es la propia razón de ser del sistema, que manifiesta y centra todas las actividades humanas pensadas en función de la competencia sin fin. La vida se nos muestra como una pura competición en todos los ámbitos, donde siempre existen vencedores y perdedores. El capitalismo hace descansar la responsabilidad de todo cuanto ocurra al individuo en él mismo, como motivación personal para su propia superación, y su predisposición a esa competencia de la que hablábamos. Cambian los sujetos políticos, se desvanece la democracia, se centra la actividad humana sobre el consumo, y todo se reduce a la evolución creciente de unas pocas variables macroeconómicas, que lo controlan todo. El dinero representa la materialización del bien común e individual. Todo se consagra a la posesión de bienes, riquezas y servicios, y se expresa a través del inmenso poder de las empresas, que cada vez controlan más la propia evolución de la economía.
El
mercado domina toda la actividad económica, y se desplaza hacia actividades especulativas sin fin, que provocan el
deterioro de la economía productiva, y contribuyen a la implantación de grandes
desigualdades sociales. Todo es
cuantificable, todo es canjeable y todo es medible en parámetros de coste y
beneficio. Y sólo el crecimiento económico, manifestado a través de las
grandes variables de la macroeconomía, importa de cara al progreso y al
bienestar social. Al capitalismo no
le importa el mundo de la legitimidad, del bien y el mal, de lo más o menos
peligroso, de aquéllo que se destruye, de aquéllo que es público y común para
toda la sociedad, sino que basa sus leyes y su comportamiento en la legalidad
sustentada en los intereses de una minoría social que controla en su propio
beneficio los destinos de la inmensa mayoría. Desde este punto de
vista, todo es posible, todo puede
llevarse a cabo mientras esté dentro de la legalidad, aunque vaya en contra de
la moralidad y de la legitimidad. Se cierra el círculo a favor de los
intereses de la clase dominante, ya que ella es la que tiene el poder de
cambiar las leyes para favorecer sus propios intereses.
Se
enfrentan dos mundos antagónicos, resultantes de este planteamiento llevado a
sus últimas consecuencias: de un lado,
el de aquéllos que sufren hambre, necesidades perentorias que tienen que
cubrir, agua, medicinas, vivienda, etc. De otro lado, el de aquéllos que, estando dentro de la inercia del
mercado, no pueden dejar de consumir para mantener la dinámica del sistema.
Se extiende el estado del miedo, y la
sociedad es entendida como un conjunto de individuos aislados, atomizados,
amenazados por el propio sistema capitalista, esclavos de su actividad laboral,
con los mínimos recursos para poder sobrevivir, sin garantías de satisfacción
de sus derechos fundamentales. El pensamiento dominante despliega más poder que
nunca, recurriendo no sólo a las viejas herramientas de alienación mental, como
las religiones, sino además a nuevas técnicas de enajenación masiva, como las
redes sociales, los medios de comunicación, y el culto a la frivolidad, a la
inmediatez, a la banalidad, provocando la ausencia de reflexión y mentalidad
crítica.
Como reforzamiento del mundo privado en detrimento de lo público, s instala incluso una perversa lógica capitalista sobre los ingresos y las rentas personales. Como trabajador público, como representante de los intereses generales, los ciudadanos han de cobrar un sueldo moderado, más bien escaso, ya que su sueldo lo pagamos entre todos. Mientras, como trabajador de una empresa privada, los ciudadanos pueden ganar sin límites. De esta forma, lo privado se pone por encima de lo público, en una cruel escala de valores sociales que enfocan la rentabilidad privada sobre la pública, y desprestigian lo público en favor de lo privado. La conclusión es que lo público se presenta como medio para el desarrollo y fortalecimiento del interés privado, como son buena muestra de ello los innumerables casos de puerta giratoria, es decir, de personas que utilizan la tribuna pública para favorecer a empresas de las que luego formarán parte.
Como reforzamiento del mundo privado en detrimento de lo público, s instala incluso una perversa lógica capitalista sobre los ingresos y las rentas personales. Como trabajador público, como representante de los intereses generales, los ciudadanos han de cobrar un sueldo moderado, más bien escaso, ya que su sueldo lo pagamos entre todos. Mientras, como trabajador de una empresa privada, los ciudadanos pueden ganar sin límites. De esta forma, lo privado se pone por encima de lo público, en una cruel escala de valores sociales que enfocan la rentabilidad privada sobre la pública, y desprestigian lo público en favor de lo privado. La conclusión es que lo público se presenta como medio para el desarrollo y fortalecimiento del interés privado, como son buena muestra de ello los innumerables casos de puerta giratoria, es decir, de personas que utilizan la tribuna pública para favorecer a empresas de las que luego formarán parte.
En
su artículo "La concentración del poder", Gregorio Ubierna afirma lo
siguiente: "Pero hay todavía otra nefasta medida que enriquece más a los
más ricos e impide cualquier realización democrática: me estoy refiriendo a la
legalización y fomento de la especulación. Todo se compra y se vende: papel
(acciones), monedas (divisas), derechos, empresas, e incluso lo que no existe.
La economía global ha convertido el mundo en un gigantesco casino en el que
poder enriquecerse mediante la especulación con todo tipo de bienes y
servicios, con la salud y con la misma vida de las personas...Todo se ha
convertido en mercancía: las personas con su fuerza de trabajo o mano de obra
que genera plusvalía; las monedas se compran y venden, con lo cual su valor
queda en manos de los especuladores y no de los gobiernos; las propias empresas
son objeto de compra-venta con fines especulativos y no productivos. Hay
banqueros y especuladores de alto nivel que obtienen beneficios de miles de
millones en operaciones realizadas en segundos, provocando previamente una
situación favorable de manera artificial, utilizando informaciones
privilegiadas mediante abuso de poder. Operaciones que están por encima del
poder de los gobiernos o que incluso éstos mismos desconocen".
En todo ello se basa la ética del
capitalismo globalizado, la era del terror impuesto por el gran capital. El
gobierno de la sociedad capitalista gobierna para esas élites, para esa
oligarquía económico-financiera, explotadora, que preconiza el desmantelamiento
del Estado del Bienestar por inviable, secuestra la democracia, la vende al
mejor postor, y legitima y perpetúa las desigualdades sociales. Se elevan en progresión geométrica la
pobreza, la inseguridad, el desempleo, los embargos inmobiliarios, los recortes
presupuestarios, y la mercantilización de la salud y de la educación, en un
ataque sin fin a los derechos de la clase trabajadora. El capitalismo
globalizado arrasa con la soberanía nacional, con los derechos humanos, con la
ética, con la moralidad, corrompiendo y aniquilando todo lo que pueda
estorbarle en su expansión global sin límites. En la esfera de la psicología
social, se crean falsas necesidades, se tiende hacia un consumismo compulsivo,
se convierte la miseria humana en entretenimiento colectivo, las guerras y las
catástrofes causadas por los fenómenos naturales en programas de difusión
masiva, se deforma la opinión pública, se banaliza la realidad, se da culto a
la estupidez colectiva, lo que contribuye a instalar una especie de parálisis
social mundial.
Con
la eliminación de las fronteras comerciales, y mediante los Tratados de Libre Comercio, se ha convertido al mundo
entero en un inmenso mercado, sin límites, para que circulen libremente todas
las mercancías, servicios y productos, a bajo coste, donde los productores e
industriales de los países del Tercer Mundo no pueden competir, y sus
ciudadanos quedan fuera del sistema, abandonados a su suerte, en una especie de
neocolonialismo esclavizante. Es una lucha que ha traspasado las fronteras
nacionales, porque la expansión por todo el globo del capital financiero y de
las empresas transnacionales garantiza que se imponen la injusticia mundial,
ayudados por los organismos internacionales que lo apoyan, como el Banco
Mundial o el Fondo Monetario Internacional. No sabemos dónde nos llevará esta
antiética globalizada del capitalismo transnacional. Seguramente, si no somos capaces de revertir la expansión capitalista
desde los ámbitos nacionales, y en foros internacionales después, la defunción
del capitalismo será provocada por una Tercera Guerra Mundial (entendida, esta
vez sí, como una guerra global) o por una crisis financiera internacional, de
mayor envergadura que las anteriores. El único interrogante es saber cuándo
ocurrirá.
NOTA Los subrayados son del editor del blog
NOTA Los subrayados son del editor del blog